Estanflación, la misión cumplida del nuevo gobierno nacional

La política económica catapultó la inflación y derrumbó el nivel de actividad. La pelea con las provincias, el conflicto social y el empleo

Economía 21/03/2024 Redacción El Informe de Ceres Redacción El Informe de Ceres

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En su campaña electoral, Javier Milei anunció una estanflación y cumplió con creces y en tiempo récord. Tras la brutal devaluación de diciembre, la inflación mensual saltó en su primer mes de gestión al doble que en el peor registro del gobierno anterior. La misma velocidad con la que se derrumbaron la producción industrial, las ventas minoristas y la actividad de la construcción.

La pobreza saltó diez puntos porcentuales, los salarios y jubilaciones cayeron en términos reales a niveles de 2001 y 2002, y una marea de despidos, suspensiones, cierre de comercios y parálisis de plantas industriales comenzó a poblar el mapa de las provincias, donde se atizan conflictos salariales y sociales.

En uno de los peores veranos de la historia faltó el pan pero no el circo desbordante de crueldad. La pulverización de ingresos, la destrucción del ahorro en pesos, la paralización de la obra pública, el desfinanciamiento a las provincias, la suba de tarifas, los recortes de transferencias sociales y las cesantías fueron investidas de castigo divino y condimentadas con insultos, burlas y represión.

En lo político, Milei atacó con un DNU de 300 artículos y con un proyecto de ley ómnibus de otros 600 artículos que fue sepultado en el Congreso. El propio desquicio, real o impostado, del oficialismo, apiló enemigos incluso entre los que hacían fila para ofrecerse como aliados.

La pelea con las provincias
A la oposición original del peronismo y la izquierda, se sumó la fragmentación del espacio de legisladores de partidos provinciales, radicales y algunos del PRO. Luego les tocó a los gobernadores. Desde la joven promesa macrista Ignacio Torres hasta el kirchnerista Kicillof quedaron a tiro de motosierra. Incluso Maximiliano Pullaro, que desde el principio trató de alinearse con la nueva gestión, entró en la lista negra.


La promesa pública de “fundir a las provincias” se convirtió en un poderoso adhesivo del otro lado de la General Paz. El reciente desembarco de fuerzas policiales de la provincia de Buenos Aires en Santa Fe podría leerse en el marco de esas complejas relaciones entre referentes territoriales de espacios muy distintos. Cosas que provoca la política de Milei y la necesidad de las provincias, que ven crujir sus economías con este nuevo modelo.

Aunque con su estilo particular el gobierno bajó un cambio durante la inauguración de las sesiones ordinarias del Congreso, y convocó al pacto el 25 de mayo en Córdoba, no cesa en su afán de doblegar el frente de mandatarios provinciales. Y, de paso, evitar la convergencia de ese conflicto con la protesta social.


Calles calientes
Un tema no menor porque la magnitud de la ofensiva libertaria no le dio vacaciones a la calle. El paro nacional del 24 de enero fue uno de los más tempraneros de la historia, y fue acompañado por una multitudinaria movilización. La demostración no fue ajena a la caída de la ley ómnibus, que incluía privatizaciones masivas y un manotazo del gobierno al fondo de garantía de sustentabilidad de los jubilados-

Tras esa derrota, Milei lanzó una guerrilla de decretos y resoluciones. Profundizó la desregulación de las obras sociales, suprimió los fondos de Incentivo Docente y Compensador del Transporte para el interior, congeló virtualmente el salario mínimo y la movilidad jubilatoria, al tiempo que desenganchó los planes sociales de los índices de ajuste y desfinanció el Fondo de integración Socio Urbana. A diario, anuncia el cierre de un organismo estatal o la supresión de una partida presupuestaria.

Estas decisiones, más la inflación y el desempleo, activan conflictos en distintos frentes. Se suceden sin prisa pero sin pausa en distintas ramas del sector público y privado. Y madura una nueva protesta de las centrales sindicales.

Los que llamaron al león hoy son parte de su cena. En tres meses, el gobierno logró su objetivo de desenganchar la evolución de los precios de la de los ingresos. De hecho, van en sentido inverso. También redujo el gasto, a costa de cortar las más esenciales prestaciones estatales pero no bajó impuestos. Por el contrario, los subió. Y esta presión fiscal no fue mayor porque la primera baja de la ley ómnibus fue el capítulo fiscal. Así y todo, el presidente busca reponer el pago del impuesto a las ganancias a 1,5 millón de trabajadores, mientras cínicamente aviva una “rebelión fiscal” contra la actualización del impuesto inmobiliario en la provincia Buenos Aires.

Los mercados
Pero en la city hay una extraña euforia. El dólar blue permaneció tranquilo por unas semanas, planchado por la venta obligada de billetes que la clase media. El ministro de Economía exhibe como un logro esta despatrimonialización, provocada por una política de tasas de interés que pulverizó el ahorro en pesos. Una suerte de plan Bonex por otras vías.

Pese a que acumula reservas, a costa de pisar los dólares para importaciones, el ministro de la deuda sigue recorriendo los pasillos del FMI y el Departamento del Tesoro de EEUU para que le reabran el crédito. El presidente le puso número: busca u$s 15 mil millones para abrir el cepo. Es que, pese a la recuperación de la cosecha luego de la sequía histórica del año pasado, la ola de calor y la baja de precios internacionales ya redujo en casi u$s 5 mil millones la previsión de ingreso de divisas para este año. Y las expectativas de una nueva devaluación ralentizan el ingreso de divisas.

Inflación e ilusionismo
Como un equilibrista, Caputo juega con las expectativas para llegar a mayo, un mes que el gobierno sueña como refundacional de su gestión y, eventualmente, como una plataforma para su plan de dolarización o competencia de monedas.

El superávit financiero alcanzado en enero y febrero tiene algo de ilusionismo. Financiado por el recorte de las jubilaciones, los salarios, los giros a las provincias y los gastos sociales y de capital, ese “logro” muestra, además de insensibilidad, algún pie de barro.

El mes pasado, Caputo tuvo que pisar pagos para que los números le cierren, en un contexto en el que ya se siente la caída de ingresos por la recesión. La festejada limpieza del balance del Banco Central, por otro lado, engrosa, mientras tanta la cuenta de deuda del Tesoro y de los intereses a pagar.

Y la inflación, que Milei celebra bajando desde su fantasmal apocalipsis de 15.000% al 13,2% de febrero, pone a prueba algunos de sus mitos de origen. Caputo pasó la mitad de marzo metiendo mano en los precios. Redescubrió la concentración del mercado y llamó al orden a empresas proveedoras y cámaras de supermercados. Les recriminó su sobregiro en los aumentos y los presionó para cambiar las promociones y así “mejorar” la captación por parte de los encuestadores del Indec. A tres meses de desmantelar todos los mecanismos de administración y monitoreo del comercio, “corrió” a sus beneficiarios con la apertura de la importación de alimentos y medicamentos. También postergó subas de tarifas y metió mano en la homologación de las paritarias, obsesionado por lograr una tasa de un dígito en el IPC de marzo. La necesidad tiene cara de hereje.

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